El Joven Rico
Acercándose a Jesús, le preguntó:
— Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
— Si quieres salvarte, cumple los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.
— Todo eso lo he cumplido desde pequeño; ¿qué me falta todavía?
— Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes, repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.
— ¿Yo, Maestro?
— Sí; vendrás conmigo; irás de ciudad en ciudad, de aldea en aldea.
— ¡Sí, Maestro, es hermoso!
— Tus vestidos tendrán, como los míos, el polvo rojo de los caminos. Comerás, como mis discípulos, el pan que viene de la limosna... Por ahora, ve, vende lo que posees y, pobre y humilde, ven conmigo, y no pienses más en tu mañana.
— Pero, Maestro, es tan difícil...
— ¿Lo crees? Ve rico y vuelve pobre, eso es todo...
— Maestro, tengo palacios... muebles finos... cofres llenos de piedras preciosas... poseo viñedos, rebaños... Maestro, soy rico, pero quiero salvarme, quiero el cielo... Dime, Señor, una vez más, ¿qué debo hacer?
— Ve, véndelo todo; dáselo a los pobres y vuelve pobre; y sígueme.
— Maestro...
— ¿Ya te vas?
— Maestro, adiós...
— Adiós, joven...
Con los hombros encorvados y la mirada hacia el suelo, el joven se aleja lentamente... Está triste...
El Maestro, también triste y pensativo, suspira:
— ¡Qué difícil es que un rico entre en el reino de Dios! ¡Desdichados los que se apegan a las riquezas!...
Juan, al oírlo, pregunta:
— Señor, ¿quién podrá salvarse?
— ¡Lo que es imposible para los hombres, no lo es para Dios!
El joven rico sigue caminando lentamente. Parece cargar con todo el peso del mundo. En la curva del camino se detiene, mira hacia atrás, como quien se despide de una felicidad perdida...
Luego apresura el paso y... desaparece.
Nenhum comentário:
Postar um comentário