25 de novembro de 2025

UNA MISA… UN CABALLERO… UN RETRATO

¿Sabrán las almas cuando se celebran misas por ellas?
Mónica, una joven muy buena y piadosa, estaba convencida de que sí.

Era una pobre criada que se ganaba el pan sirviendo en casas de ricos: sencilla, llena de fe, contenta con el trato y el pequeño salario que recibía, pues Dios la había hecho abnegada y sabía que se puede servirle en cualquier oficio.

Pero un día enfermó y no tuvo otro remedio que ingresar en el hospital de los pobres. Después de seis semanas le dieron el alta; había perdido, sin embargo, su empleo y no sabía dónde refugiarse, débil y sin recursos. Una moneda de plata era toda su fortuna; pero su corazón estaba lleno de confianza en Dios. Tomó su moneda e hizo celebrar una santa misa por las almas del purgatorio, para que le alcanzaran un buen empleo. Oyó la misa devotamente. Y aquel mensaje llegó a su destino…

Al salir se encontró con un señor que se le acercó, la saludó y le dijo:
“He sabido que usted busca trabajo; aquí tiene la dirección de una casa donde la recibirán.” Le dio luego el nombre de la calle y el número de la casa, y desapareció.

Mónica quedó perpleja, sin saber qué pensar ni cómo explicarlo todo. ¿Cómo podía aquel señor saber que buscaba trabajo, si no había comunicado a nadie su situación?

Fue enseguida a la calle y a la casa indicadas. Dijo lo que deseaba, y la dueña de la casa la contrató inmediatamente para el servicio doméstico.

Al día siguiente, mientras hacía la limpieza, se puso a contemplar los retratos colgados en la pared. De pronto, sorprendida, exclamó:
“Señora, ¿quién es ese señor que está retratado ahí? Es exactamente el señor que, al salir yo de la misa, me dio su dirección.”
“¡Cómo!” —exclamó la señora—. “Ese es mi hijo, a quien tuve la desgracia de perder hace poco tiempo.”

La noticia de la misa había llegado tan pronto al purgatorio que, al salir Mónica de la iglesia, la respuesta personal la esperaba ya a la puerta.
El difunto había obtenido de Dios permiso para venir a agradecer a su bienhechora y pagar su caridad.


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