272. Quien puso en mi alma la semilla de la vocación fue la Santísima Virgen. Esta tierna Madre jamás ha sido invocada en vano por sus hijos. Me amó y, no encontrando otro tesoro mayor para darme como prueba de su singular protección, me dio el fruto bendito de su vientre, su Divino Hijo. ¿Qué más podría darme? (Santa Teresa de los Andes)
Nenhum comentário:
Postar um comentário