14 de maio de 2025

La música que escuchamos y la coherencia cristiana en la búsqueda de un mundo mejor

¡Cuántas veces oímos quejas sobre el rumbo de Brasil, de la política y de la sociedad! Muchos claman por justicia, honestidad y un cambio de mentalidad en nuestro país. Sin embargo, es necesario que cada uno de nosotros examine su propia conciencia: ¿cómo podemos exigir que el mundo cambie si nuestras elecciones diarias no reflejan los valores del Evangelio?

Un ejemplo claro de esto está en el tipo de música que elegimos escuchar. Lamentablemente, muchas canciones populares hoy en día promueven la sensualidad desordenada, la inmoralidad, la vulgaridad e incluso la apología del pecado. Estas músicas no solo ofenden los valores cristianos, sino que también desfiguran la dignidad humana, reduciéndola a un mero objeto de placer o consumo.

La doctrina católica nos enseña que el hombre está llamado a buscar lo verdadero, lo bueno y lo bello. San Agustín decía que “la música debe elevar el alma a Dios”. Pero, ¿qué sucede cuando nos dejamos influenciar por músicas que exaltan comportamientos contrarios a la moral cristiana? Nuestro corazón se aleja de la pureza y la virtud, y nuestros pensamientos pasan a ser moldeados por mensajes que banalizan el pecado.

Es necesario entender que la música no es neutra. Aquello que escuchamos repetidamente tiene el poder de formar o deformar nuestra mentalidad. Cuando alimentamos nuestros oídos y corazones con músicas que promueven el egoísmo, la sensualidad y la violencia, estamos permitiendo que esas ideas ocupen espacio en nuestra vida. Peor aún, nos convertimos en hipócritas al exigir líderes y políticas justas mientras no cuidamos nuestra propia coherencia moral.

Como cristianos, tenemos el deber de ser luz en el mundo. Eso significa hacer elecciones que nos edifiquen a nosotros mismos y a los demás. Elegir músicas que respeten la dignidad humana, que promuevan valores elevados y que apunten a lo trascendente es una forma concreta de testimoniar nuestra fe.

Además, es necesario recordar que el consumo de música inmoral no es solo un problema personal, sino también social. Cuando damos audiencia a esas canciones, contribuimos a la perpetuación de una cultura que desprecia lo sagrado y promueve el pecado como algo normal. Por el contrario, cuando rechazamos esas músicas y optamos por las que edifican, estamos ayudando a construir una sociedad más sana y más cercana a los valores del Reino de Dios.

Si queremos ver cambios reales en Brasil y en el mundo, debemos comenzar por la conversión de nuestro corazón. Esto incluye un examen honesto de nuestras elecciones y una decisión firme de vivir según los principios del Evangelio. El tiempo que pasamos escuchando música inmoral puede redirigirse a escuchar himnos, cantos litúrgicos o canciones que eleven el alma a Dios e inspiren virtudes.

Pidamos la gracia de ser coherentes en nuestra fe y de testimoniar, en todas las áreas de la vida, el llamado a la santidad. Que la Santísima Virgen María, modelo de pureza y fidelidad, interceda por nosotros para que seamos cristianos auténticos, comprometidos con la construcción de un mundo verdaderamente mejor.

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